domingo, 22 de enero de 2017

Reflexiones

¿Cómo vivir cristianamente el verano?
Pbro. Dietrich Lorenz
Párroco “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”

La pregunta es simple, pero ¡qué difícil es de responder! La televisión en este tiempo, y también los diarios y revistas, nos bombardean con imágenes y con información de cómo mucha gente podría pasarlo bien, relajarse, broncearse para adquirir el “color fascinante” y olvidarse del mundo que los rodea.
Son programas turísticos atrayentes donde se prevé todo: viajes, desplazamientos, visitas a lugares de interés, estadía y comidas. Se ofrece con gran publicidad todo el paquete por una suma que para el común de los mortales no resulta tan accesible. Después los diarios nos publican fotografías de cómo ciertos personajes de la farándula o de la sociedad santiaguina, porque siempre son de Santiago, están disfrutando de un hermoso “verano naranja”.
Así resulta que a la mayoría de este país nos toca observar cómo estas personas transcurren sus días veraniegos encerrados en alguna playa, condominio o resort. Pareciera además que el gozo no fuera completo si no hicieran ostentación pública del descanso tan merecido al terminar un año estresante.
La publicidad, que con cierta frecuencia es engañadora y distorcionante, por lo general pone el acento en este aspecto al cual somos tan sensibles: la justicia y el mérito. Esta estadía en tal o cual hotel del norte o del sur del país usted “en justicia se lo merece” porque para eso se ha esforzado tanto. La verdad es que no se puede cuestionar los méritos, ni el estress, ni tantas otras cosas que puedan justificar tanta agitación, lo que si llama la atención es la ostentación que de ello se hace.
Aquellos que pueden consumir estos productos de la industria turística, muy centrados en sí mismos se sumergen en la indiferencia. Y los que no pueden, observan las diferencias. Aquí está el engaño, porque si de méritos se trata no hay proporción entre éstos y lo que mucha gente puede dejar de lado para pasar el verano. Algunos pueden quedarse entonces con una comprensible y velada sensación de frustración.
Pienso que aquellos que tenemos el privilegio de vivir en nuestra región tenemos al alcance de la mano muchas alternativas para no caer ni en la frustración ni en la envidia. El mar, la playa, el campo están al alcance de todos. Con un pequeño esfuerzo de imaginación nos podemos programar, saliendo de la rutina, disfrutando de aquellas cosas que por tenerlas delante de los ojos nos pasan desapercibidas: los museos, los festivales de la región, las caletas de pescadores, observar a la gente en el mercado, buscar la fruta buena, bonita y barata; la parrillada en el patio o en el balcón, las caminatas o paseos en bicicleta por el borde costero, descubrir una pequeña picada, arreglar la casa, disfrutar de la lectura de una buena novela, elegir unas buenas películas en el cine, juntarse con los amigos, etc..
De todas las cosas que podemos hacer esta última me parece la más necesaria. Darse tiempo para estar con los demás, para conversar, para canturrear al caer la tarde compartiendo lo que haya sobre la mesa; pero lo que no se debe hacer es caer en la indiferencia de los que se encierran para descansar y no caer en los sentimientos negativos de aquellos que sueñan con ganarse el Kino para poder superar las diferencias y ser felices. ¡Con poco se puede disfrutar mucho! El problema no está en el bolsillo sino en nuestro interior.
También es bueno dejarse el tiempo para gozar de las cosas del Señor: visitar algunos santuarios o algunas iglesias bonitas o históricas. Hacer un poquito de turismo religioso. El descanso de las vacaciones es muy propicio para la meditación, para ordenar y reorientar nuestros afectos hacia el Señor, para calibrar nuestras opciones de vida y nuestros propósitos; en estas semanas tenemos la posibilidad de descansar, de reponernos siendo felices. En este sentido el verano se nos presenta como un gran desafío.

Artículo publicado en Revista Stella Maris n° 82, diciembre año 2007

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