Santo Tomás de Aquino, presbítero y doctor de la Iglesia
Marcos 4. 35-41.
Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:
—Vamos al otro lado del lago.
Entonces dejaron a la gente y llevaron a Jesús en la barca en que ya estaba; y también otras barcas lo acompañaban. En esto se desató una tormenta, con un viento tan fuerte que las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. Pero Jesús se había dormido en la parte de atrás, apoyado sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron:
—¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?
Jesús se levantó y dio una orden al viento, y dijo al mar:
—¡Silencio! ¡Quédate quieto!
El viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo. Después dijo Jesús a los discípulos:
—¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe?
Ellos se llenaron de miedo, y se preguntaban unos a otros:
—¿Quién será este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?
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Recuerdo aquellos momentos en que mi vida ha sido como la barca en medio de la tormenta … Recuerdo mis miedos, recuerdo cómo me ha parecido que el Señor me ha dejado solo. ¿Lo desperté? … ¿Le pedí ayuda? … Hoy, no será momento de pedirle al Señor me de fuerzas para no temer a las olas y al viento?
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